Sueño inexplicable

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Sueño inexplicable

Un escalofrío recorre mi espalda al recordar aquel sueño, vivido en la gélida noche de invierno en casa de mi abuela. Era joven, apenas 20 años, y el sueño me envolvió en una atmósfera de misterio que aún hoy me persigue.

La casa de mi abuela, con su jardín y la pared blanca que separaba de la vivienda vecina, se convirtió en el escenario de un encuentro inexplicable. La pared se abría en dos, revelando una escalera blanca que descendía desde el cielo. Una presencia me atraía hacia ella, una sensación de paz y amor que emanaba de un niño de piel oscura vestido de blanco.

Sus ojos me miraron con una profundidad que traspasaba el sueño, y sus palabras resonaron en mi mente: “Aún no es tu hora, todavía no te vas. Te queda mucho por aprender y lo verás”. Una mezcla de confusión y curiosidad me invadió. ¿Por qué no era mi hora? ¿Qué me quedaba por aprender? El niño solo sonrió y repitió: “No es tu hora de irte conmigo. Tienes que hacer muchas cosas aquí”.

El sueño

Su partida fue seguida por la aparición de tres figuras encapuchadas, vestidas de negro y con cadenas en manos y pies. Su presencia irradiaba dolor, sufrimiento y agonía. Un simple gesto de negación con la cabeza fue su única interacción conmigo antes de ascender por la misma escalera blanca.

La escalera se desvaneció y las paredes blancas se cerraron, dejando solo el recuerdo de un sueño que me despertó con el corazón palpitando a mil por hora a las 4:04 de la madrugada. La noche se consumió en pensamientos sobre el significado de aquel encuentro onírico.

Han pasado muchos años, pero el sueño sigue grabado en mi memoria, un misterio sin resolver que alimenta mi fascinación por lo inexplicable. ¿Quién era el niño? ¿Qué mensaje me transmitió? ¿Qué significado tenían las figuras encapuchadas? Son preguntas que quizás nunca encuentre respuesta, pero que añaden un toque de intriga a mi historia.

Redacción NdM

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