Espectáculo dantesco

El espectáculo que se ofreció a la vista de los soldados fue algo que ninguno de ellos podría olvidar mientras viviera. En la cueva de los horrores de los Bean habían piernas, brazos, manos y pies de hombres, mujeres y niños colgaban en ristras, puestos a secar. Había muchos miembros en escabeche, y una gran masa de monedas de oro y de plata, relojes, anillos, espadas, vestidos de todas clases y muchos objetos que habían pertenecido a las personas asesinadas.

La familia de Sawney, en aquella época, se componía de él mismo, su esposa, ocho hijos, seis hijas y, como frutos incestuosos, dieciocho nietos y catorce nietas. Todos fueron encadenados por orden de Su Majestad. Los soldados recogieron todos los restos humanos que pudieron encontrar y los enterraron en las arenas. Luego cargaron con el botín que habían reunido los asesinos y regresaron con sus prisioneros a Edimburgo.

Castigo ejemplar

Sawney Bean y los miembros de su familia no respondieron por sus crímenes ante ningún tribunal. Se consideró que un juicio era totalmente innecesario. Había pruebas suficientes para demostrar su culpabilidad. Los hombres fueron descuartizados; les amputaron brazos y piernas y los dejaron desangrar hasta morir.

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Angie, sus hijas y sus nietas fueron quemadas en tres hogueras distintas.

El número de asesinatos cometidos por aquellos salvajes no llegó a conocerse nunca con exactitud. Se calculó que en los veinticinco años que duraron sus fechorías pudieron ser un millar de hombres, mujeres y niños, como mínimo.

El lugar en el cual habitaban era completamente solitario. Cuando subía la marea, el agua penetraba en una extensión de casi doscientos metros en su vivienda subterránea, que tenía casi dos kilómetros de longitud. La cueva de los horrores de los Bean un lugar impregnado de maldad.

Fran González

 

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