Premoniciones a lo largo de la historia
Premoniciones a lo largo de la historia
La capacidad de predecir el resultado de un evento a través de una visión o sueño, también conocido como premonición, es uno de los más antiguos misterios de la humanidad.
A lo largo de la historia en diferentes culturas, la premonición siempre ha estado presente, en los grandes personajes y períodos de tiempo diferentes que incluso se podría considerar que ya forma parte de la condición humana.
Las premoniciones incluyen a todos, desde los emperadores y Papas hasta la persona común.
A continuación citaremos algunas premoniciones de grandes personajes de la historia.
La visión del Papa Pío V y la batalla de Lepanto
El 7 de Octubre de 1571 el Papa Pío V, en una reunión con un grupo de cardenales. Se puso en pie, abrió una ventana y miró fijamente sin moverse del exterior. Pasado unos instantes, se volvió y disolvió la reunión pidiendo a todos los asistentes que dieran las gracias a Dios por la victoria de la flota cristiana contra los turcos.
Nadie sabía de lo que estaba hablando, y no hace falta decir que el extraño suceso fue tan inesperado que el tesorero del Vaticano lo escribió en el acta de la reunión. Dos semanas más tarde, llegó a Roma una flota combinada de buques italianos y malteses al mando de Don Juan de Austria que había triunfado sobre los turcos en la batalla de Lepanto.
Una de las mayores batallas navales de la historia, ocurrió precisamente en la fecha y hora de la visión del Papa.
Julio Verne ¿visionario, profeta o glándula pineal activada?
Enrique IV
El rey Enrique IV de Inglaterra, pensó que iba a morir en la batalla. El era un cruzado celoso que soñaba con la conquista de la tierra santa devolviéndola al poder cristiano. Sin embargo, una premonición que tuvo años atrás en la cual se vio muriendo en Jerusalén, una predicción que se la tomó muy en serio.
Extremadamente enfermo durante la mayor parte de su reinado, le dijo a los que le rodeaban de modo desafiante que el no podía morir en Inglaterra, ya que todavía no había estado en Jerusalén.
A medida que su salud empeoraba y la muerte parecía estar cerca, lo llevaron a una habitación en la casa del abad de Westminster. Preguntó si la habitación donde yacía tenía un nombre. Se le dijo que se llamaba la cámara de Jerusalén, después murió inmediatamente. Shakespeare hizo famosa la profecía de Jerusalén en su obra Enrique IV.