Asesino en serie: Garavito
Asesino en serie: Garavito
Luis Alfredo Garavito Cubillos nació en Génova, Quindío (Colombia), el 25 de enero de 1957. Es el mayor de siete hermanos . Durante su infancia vivió la falta de afecto y el maltrato físico por parte de su padre. Según su testimonio fue víctima de abusos sexuales por dos vecinos. Garavito pasará a la historia por ser un asesino en serie.
Primeros años
Se convirtió en un chico retraído, taciturno, profundamente infeliz, que tenía explosiones violentas. Vivía en Génova, un pueblo de praderas verdes y cafetales, en el departamento del Quindío en Colombia. Estudió hasta quinto grado de primaria y un día se marchó. Nada se sabe de su familia, tan sólo de un primo que le facilitó una buena coartada en alguna ocasión.
Tuvo varios trabajos, generalmente en almacenes como vendedor. Hasta principios de los noventa intentó llevar una vida normal. Pero ya era alcohólico y tenía accesos de ira que le movían a golpear a sus compañeros y a enfrentarse con sus jefes.
Ya en edad adulta
Cuando rondaba los treinta y cinco años, decidió someterse a tratamiento psiquiátrico en la seguridad Social. Lo recibió durante cinco años y si bien no le ayudó a corregirse, el certificado médico de tratamiento le sirvió varias veces para impedir que le despidieran por violento.
Cada día su comportamiento era menos sociable y le resultaba imposible mantener un empleo formal. A mediados de los noventa comenzó a recorrer el país como vendedor ambulante. Vendía estampas religiosas con la imagen del Papa Juan Pablo II y del Niño del 20 de Julio, uno de los más venerados en Colombia.
Una vida dispersa y sin horizonte
En esos años dejó un reguero de telegramas a sus mujeres y a algunos amigos. Eran mensajes cortos, sobre la fecha en que llegaría a algún sitio o indicando que se encontraba bien. De vez en cuando volvía a su casa. Con las dos mujeres con las que convivió mantenía una relación compleja, como marido y protector, pero nunca como amante.
A Garavito le gustaban los niños y era muy cariñoso con ellos. Pero al alcoholizarse su violencia afloraba y se convertía en un monstruo. Golpeaba a las dos mujeres con las que convivió en diferentes momentos. Curiosamente, nunca le pegó a los dos hijos que cada una de ellas tenía, y que eran fruto de otras relaciones.
Sobre eso, Garavito escribió:
“Siempre desde niño tuve muchas frustraciones. Todo me salía mal. Yo fui un hombre bueno. Sufría y me daba mucho dolor cuando los demás sufrían. Había algo que me acontecía. No sé, que repasaba era algo extraño que me obligaba a ser esto y embriagarme. Cuando volvía a mi estado normal yo sufría terriblemente porque yo a nadie le podía contar qué era lo que me pasaba, que era algo extraño y terrible. Nunca me metí con los hijos de mis amigos y de la gente que era buena conmigo. Yo los respetaba, antes los aconsejaba al bien. Los veía como si fueran mis propios hijos. Mas la señora que compartió el techo conmigo al hijo de ella yo lo quería como si fuese un hijo mío. Nunca lo irrespeté ni con mi pensamiento”.
Andanzas por el país
Llegó a recorrer cinco veces todo el país, viajaba sin rumbo fijo. Visitó sesenta y nueve municipios, en treinta y tres de los cuáles cometería sus crímenes. Llegó a inventar dos Fundaciones. Una para ancianos y otra para menores. Estas le permitían dar charlas en escuelas y en otros lugares en donde podía estar cerca de niños.
Juan González, una de las victimas de Garavito
También empezó su afición por los disfraces. En repetidas ocasiones se hizo pasar por vendedor ambulante, monje, indigente, discapacitado y representante de fundaciones ficticias en favor de niños y ancianos. Usaba además sobrenombres y alias; era conocido como “Alfredo Salazar”, “El Loco”, “Tribilín”, “Conflicto” y “El Cura”. A lo largo de su vida, el aspecto físico de Garavito fue siempre cambiante.
Inicio de su carrera criminal
En 1992 inició su carrera criminal. Su modus operandi era siempre el mismo. Primero recorría el lugar e identificaba su objetivo. Escogía campesinos, escolares, trabajadores. Le gustaba que fueran agradables físicamente. Garavito abordaba a los niños que llamaban su atención en parques infantiles, canchas deportivas, terminales de autobuses, mercados y barrios marginales. Comienza la vida como asesino en serie de Garavito
Sus objetivos eran chicos de entre seis y dieciséis años, de bajo nivel socioeconómico. Tras entablar conversación con ellos, les ofrecía dinero y los invitaba a caminar. Cuando los niños se cansaban, Garavito se bebía una botella de alguna bebida alcohólica, casi siempre brandy, y una vez alcoholizado, atacaba a los niños en sitios despoblados.
Primero los amarraba; una vez hecho esto, se dedicaba a golpearlos: les pateaba el estómago, el pecho, la espalda y la cara; les rompía las manos a pisotones. Daba puñetazos en los riñones y les saltaba encima para romperles las costillas. Luego sacaba un cuchillo y un destornillador, y los mutilaba. Amputaba dedos y manos, sacaba ojos, cercenaba orejas. A otros, además, los violaba. Una vez terminado el tratamiento, los degollaba con un cuchillo.
Anotaba sus crímenes
Luego sacaba una libreta y anotaba: fecha, lugar y rayitas. Una raya por cada niño muerto. En su casa, que ya sólo utilizaba de guarida- Eescondía los recortes de periódicos que hablaban de los niños que desaparecían. Las pesquisas policiales que nunca lograban desvelar lo ocurrido y el drama de las familias. También un calendario de pared o almanaque, donde iba señalando las fechas de sus crímenes.
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