La silla de la muerte
La silla de la muerte
Thomas Busby, un asesino convicto, antes de ser ejecutado pidió que su última comida fuese en su pub favorito en Thirsk, Inglaterra. Cuando terminó de comer y se levantó maldijo la silla en la que disfrutó de su última comida antes de ser ejecutado. Las palabras fueron las siguientes: “Que la muerte repentina le venga a todo aquel que se atreva a sentarse en esta silla”.
En la Segunda Guerra Mundial, pilotos que frecuentaban el pub y se sentaban en esa silla no volvían vivos de la guerra.
- Dos pilotos de la Fuerza Aérea Real que estuvieron sentados en esa silla murieron al estrellar el camión en el que iban contra un árbol.
- Un albañil que se sentó en esta famosa silla murió ese mismo día por la tarde al caer en un agujero estando en su puesto de trabajo.
- Un techador que estuvo sentado en esa misma silla murió a consecuencia del desplome del techo en el que trabajaba.
Una limpiadora del pub tropezó y cayó encima de la silla, poco después muere de un tumor cerebral.
El dueño de pub al ver todos los acontecimientos decidió bajar la silla maldita al sótano. Pero ni aún así dejó de morir gente; por desgracia el repartidor después de colocar toda la mercancía en el sótano decidió tomarse un descanso en la silla y murió ese mismo día en un accidente de coche.
El dueño por últimas decidió donar la silla al museo local que la tiene colgada a cinco metros del suelo para que ningún visitante pueda sentarse en ella. Desde ese entonces no ha habido más muertes.
Es increíble hasta dónde puede llegar la maldad del ser humano que, con unas simples palabras y después de morir, pudiera cometer tales muertes.