La maldición de Tutankamón
Cada dedo de sus manos tenía un anillo de oro macizo. El abdomen estaba cubierto con capas de misteriosos objetos también de oro macizo. Todos ellos en forma de T. La cabeza estaba cubierta con una magnífica diadema de oro y separándola del afeitado cráneo (según la moda egipcia) había una malla de finísimo oro batido. Por fin todos los adminículos y ornamentos fueron separados. Los presentes dieron un suspiro de asombro.
Esperando lo peor
De algún lugar surgió el rumor de que “el Faraón tenía una marca en el mismo lugar en que Lord Carnavón fue picado por el mosquito” Y esto era cierto. De allí en adelante se esperó la muerte de los asistentes a la autopsia de un momento al otro. La prensa se cebaba en ellos. Las personas en la calle los consideraban como “muertos en vida.” Incluso científicos amigos se alejaban de sus alrededores. Lo cierto es que uno de ellos, que ayudó al doctor Derry en la autopsia murió poco después de un ataque al corazón.
Sin embargo, el principal ejecutor de la autopsia, el mismo Derry sobrevivió hasta pasados los ochenta años. El mismo Carter sobrevivió su descubrimiento hasta los 67 años y murió de aparentes causas naturales. Sin embargo había algo que llamaba la atención, curiosamente los dos asistentes principales habían sobrevivido a la maldición, mientras que los secundarios en los momentos cruciales de la profanación habían muerto. Existe una teoría que intenta explicar el porqué.
¿Por que tantos muertos?
Lord Carnavon representaba la fuerza monetaria que había hecho posible las excavaciones. Sobre él debía caer la maldición y no sobre Carter que era un simple egiptólogo pagado por el Gobierno. En el caso de Carlyle se llegó a la conclusión de que, tras de la incisión primaria efectuada por el doctor Derry, el resto de la operación fue realizado por su ayudante, en otras palabras, fue la mano ejecutora.
Para 1935 la cifra total de muertos relacionados con Tutankamón sumaba veintiuno y varios recopiladores de sucesos la elevaron hasta treinta. A esto se debe añadir los sucesos posteriores ocurridos en la década de los años sesenta, Mohammed Ibrahim, en esa época director egipcio de antigüedades, intentó impedir que varias reliquias halladas en la tumba fueran a París. Había sufrido una serie de pesadillas que anunciaban su muerte si las dejaba salir de Egipto.
Reliquias enviadas a Paris
El gobierno le obligó a aprobar el traslado y ese mismo día murió atropellado. El doctor Ezze-din Taha, de la Universidad de El Cairo, descubrió que varios arqueólogos y personas que trabajaban con restos antiguos solían padecer infecciones en la vías respiratorias debidas a la existencia de diversos hongos.
En 1962 expuso que la famosa maldición podría tener origen en estos peligrosos hongos. Al salir de la conferencia tomó su coche. En la larga carretera de El Cairo a Suez chocó frontalmente contra otro coche. La autopsia demostró que su muerte se debió a un fallo cardiaco ocurrido pocos segundos antes del accidente.
Siguen las muertes
Durante la década siguiente la maldición continuó. En 1972 el nuevo director del Departamento de Antigüedades egipcio, Gamal ed-Din Mehrez, sucesor de Ibrahim, afirmó a Philipp Vandenberg que no creía en la maldición: “Fíjese en mí, toda la vida he estado trabajando con tumbas y momias. Seguramente soy la mejor prueba de que todo son coincidencias” Gamal murió la noche siguiente a la supervisión del empaquetado de los objetos destinados a la exposición que se iba a celebrar en Londres. Los miembros de la tripulación del avión que efectuó el traslado a la capital británica se vieron también alcanzados por la maldición. El teniente Rick Laurie murió en 1976 de un infarto. Su esposa se volvió loca y contaba a todo el mundo que su marido murió por culpa de la maldición.
Y los sucesos
El ingeniero de vuelo Ken Parkinson sufrió seis infartos y murió en 1978. El oficial Ian Lansdown confesó haberse burlado de la maldición dando una patada al cofre que transportaba la mascara. Se fracturó esa misma pierna al romperse una escalera de hierro y su curación se complicó hasta que pasados seis meses pudo volver a andar.
La casa del teniente Jim Webb se incendió mientras pilotaba el avión hacia Londres. Y Brian Rounsfall que se burló junto con Ian de la maldición dedicándose a jugar a las cartas sobre la caja que contenía el sarcófago sufrió dos infartos el año siguiente.
La lista continuó de nuevo en los años ochenta destacando la filmación de la película La maldición del rey Tut en donde se usaron objetos pertenecientes a Tutankamón. El protagonista, Ian McShane, cayó con su coche por un acantilado el primer día de grabación rompiéndose la pierna por diez sitios.
Que sepamos la maldición lleva algunos años en reposo, Pero quien sabe, quizás en algún momento, cuando menos lo esperemos, la venganza del Faraón vuelva sobre aquellos que insisten en profanar su descanso.
“La cobra que está sobre mi cabeza se vengará con llamas de fuego a quien perturbe mi cuerpo. El intruso será atacado por bestias salvajes, su cuerpo no tendrá tumba y sus huesos serán lavados por la lluvia”
Inscripción en la tapa del sarcófago del sumo sacerdote Khapah Amon, cuya momia fue descubierta en 1879.