La leyenda del Holandés Errante
La leyenda del Holandés Errante
Libros, películas, videojuegos, y hasta el compositor Richard Wagner le dedicó una de sus operas. El “Libera Nos”, como se llamaba en realidad, es posiblemente el barco fantasma mas famoso de toda la historia. Para aquellos a los que este nombre no les diga nada, quizás les suene más otro nombre, aquel con el que se le conoce comúnmente “El Holandes Errante”.
Cuenta una leyenda que un buque fantasma maldito, surca los mares del mundo, condenado a vagar eternamente en castigo por la osadía y soberbia de su capitán, Vanderdecken.
Cierto día, su barco se vio envuelto en una fuerte tormenta mientras pasaba cerca del cabo de buena esperanza, los aterrorizados pasajeros le pidieron a Vanderdecken que diera la vuelta y volviera a puerto, pero el capitán, creyéndose indestructible, decidió continuar. Se ató, al timón y enfilo el cabo para cruzarlo mientras cantaba:
“Desafío al poder de Dios al detener el ritmo de mi destino y mi resuelta carrera. Ni el mismo diablo despertará mi temor. Aunque tenga que surcar los mares hasta el día del juicio”.
Asustados, los marineros iniciaron un motín, pero el capitán preso de ira, cogió al líder de la revuelta y lo arrojó por la borda. De repente, las nubes se abrieron y del cielo surgió una luz que ilumino todo el puente de proa, descendiendo en esa luz una figura que se enfrentó al capitán.
Esa figura, a la que algunos asocian con el mismísimo Dios, lo condenó a vagar eternamente los mares entre tormentas y tempestades, y todo aquel que lo viera moriría. Solo podría comer hierro al rojo vivo y beber hiel, y su única compañía sería la de un grumete, a quien le saldrían cuernos y fauces en vez de boca. Acto seguido desaparecieron la luz, la figura, la tripulación y los pasajeros.
Los marineros cuentan que el holandés errante envía tormentas a los barcos que le avistan, y que tiene el poder de volver locos a sus capitanes.
En 1881, el capitán del Bacahnte, escribió en el diario de a bordo:
“A las cuatro de la mañana el Holandés Errante se cruzó por delante de nuestra proa. Una extraña luz roja, como de barco fantasma brillaba por todas partes, y en medio de ella resaltaban claramente los mástiles y velas de un bergantín a unas doscientas yardas de distancia.
El vigía del castillo de proa lo divisó por el lado de babor y el oficial de guardia también lo vio claramente desde el puente, así como el guardamarina que fue enviado al castillo de proa.
Para cuando llegó, no podía verse vestigio ni señal alguna de ningún barco, ni cerca, ni lejos en el horizonte, la noche estaba clara y el mar en calma. En total lo vieron treinta personas. El Turmaline y el Cleopatra, que navegaban a estribor nuestro, nos hicieron señales preguntándonos si habíamos visto esa extraña luz roja”.