En 1853, Víctor Hugo, fue iniciado por una médium parisina,  Delphine de Girardin. Durante varios años y junto a su mujer, hijos y amigos el escritor se dedicó a la práctica del espiritismo. Dicen que en su primera sesión la noche del once de septiembre de ese año, pudo hablar con su hija Leopoldine, fallecida tiempo atrás en un naufragio. Desde ese primer encuentro con el mas allá, Victor Hugo afirmaba haber recibido mensajes de Jesucristo, Mahoma, Lutero, Moliére, Dante, Platón, Galileo, Napoleón y un sinfín de personalidades.

Diálogo

Los espíritus manifestaban su presencia haciendo saltar y vibrar las patas de una mesa. Una vez identificada la visita trascendente, comenzaba el diálogo. Las respuestas del espíritu eran golpecillos que correspondían con las letras del alfabeto (los aparecidos sólo hablaban francés). Victor Hugo pasaba horas transcribiendo los diálogos. Aunque se han publicado algunas recopilaciones de estos “documentos mediúmnicos”, quedan aún cientos de páginas inéditas.

Los Miserables

Este pasaje de la historia del autor de la inmortal obra Los Miserables, es solo una muestra que nos enseña como la práctica del espiritismo ha seducido a todo tipo de personas, incluyendo a aquellos a los que se les considera ilustrados. De hecho, no es ningún secreto, el que muchos reyes y gobernantes tuvieran a su médium particular, y que acudieran a los espíritus para pedir consejo antes de tomar cualquier decisión.

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Un método de consolación

Códigos alfabéticos establecidos para interpretar misteriosos golpes, ouija, escritura automática, posesiones a través de médiums, bolas de cristal, psicofonías, todo vale para intentar comunicarnos con los no vivos, y sin embargo, nadie nos puede asegurar que los mensajes sean siempre de aquellos a quien los atribuimos.

Queremos saber, queremos creer, y  a menudo queremos mitigar ese vacío doloroso que nos dejan aquellos seres queridos que ya no están entre nosotros. Es en esos momentos cuando vemos en el espiritismo nuestra tabla de salvación, para creer, para saber, para consolarnos, y es en ese momento  cuando por desgracia se presentan ante nosotros esos que dicen hablar con los muertos.  Porque no nos engañemos, el espiritismo tiene dos terribles enemigos, las fuerzas invisibles a las que invocamos, y los falsos videntes que solo nos dicen aquello que queremos oír, por supuesto a cambio de una buena compensación económica.

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Recibieron gratis, den gratis

No voy a ser yo el que diga si debemos practicar espiritismo o no, ni el que señale con el dedo a aquellos que no me inspiran ninguna confianza, pero en relación a esto último siempre recuerdo unas palabras de la Biblia en relación a aquellos que han sido bendecidos con algún, llamemos, don “Recibieron gratis, den gratis”, creo que con esto ya está todo dicho por mi parte.

Hay cosas para las que no encontramos explicación científica, cosas que no se enseñan ni en las mejores universidades. El espiritismo es una de ellas. Estoy convencido de que se puede hablar con el  más allá, o mejor dicho, que el más allá se puede comunicar con nosotros.  Pero en cambio, de lo que no estoy tan seguro es de con quien estamos realmente hablando.

 

Para tener buenas comunicaciones son necesarios buenos Espíritus; y para tener buenos Espíritus es preciso tener buenos médiums, libres de cualquier mala influencia. La naturaleza de los Espíritus que habitualmente asisten a un médium es pues, una de las primeras cosas a considerar. Para conocerla exactamente hay un criterio infalible y no es en las señales materiales, ni en las fórmulas de evocación o de conjuración que será encontrada. Ese criterio está en los sentimientos que el Espíritu inspira al médium. Por la manera de de obrar este último , puede juzgársele. La naturaleza de los Espíritus que lo dirigen y, consecuentemente, el grado de confianza que merecen sus comunicaciones.  “ALLAN KARDEC”

Fran González

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