El sacamantecas malagueño

Hombre del saco, sacasaines, sacasebos, sacuntos, corta sebos. Estos son los sobrenombres que recibieron los criminales capaces de asesinar cruelmente a niños, amparados en creencias curanderiles para conseguir su grasa. Éste es uno de esos ezpeluznantes caso. Os hablamos de el sacamantecas malagueño

Primeros casos

Manolito Sánchez jugaba en la calle como otro día cualquiera mientras sus padres regentaban el puesto ambulante que tenían frente al cine Pascualini, en Málaga.

Se había hecho ya de noche aquel 7 de agosto de 1913. Manolito decidió aceptar la invitación de un  desconocido que acababa de encontrarse. La recompensa que le había prometido merecía la pena. Confiado, anduvo por el paseo Heredia hasta llegar a la tapia de la desaparecida fundición del Martinete. Una vez allí  no tuvo tiempo para reaccionar….

Buscando al pequeño Manolito

El cuchillo se hundió en el cuello del niño y cortó su piel desde la garganta hasta la columna vertebral. La sangre corrió a borbotones hasta un recipiente de hojalata…

La familia Sánchez se dio cuenta de la falta del niño. Nadie sabía dónde podía haber ido. La búsqueda del niño se convirtió en una tarea inagotable. Las batidas de las cuadrillas terminaron con el hallazgo, tres días mas tarde de la desaparición del joven, de un cuerpo en avanzado estado de descomposición.

Infanticidio

El 13 de agosto de 1913, rotativos como La Unión Mercantil, se hicieron eco del suceso en primera plana bajo el titular : “Se desvaneció el misterio, es un infanticidio“.

Los reporteros dieron buena cuenta en sus crónicas de todos los detalles del macabro incidente : “Estábamos convencidos desde que tuvimos noticias de la aparición del cadáver del desgraciado niño Manuel Sánchez, y conocimos algunos detalles de su vida y desaparición, que no se debía su muerte a un accidente casual sino a una mano alevosa, que cruel y despiadadamente han sesgado la existencia del pequeño. Los hechos han de dar la razón a esa sospecha que casi era una incertidumbre“.

Surgieron los interrogantes

Los médicos forenses don Juan Ramírez Pérez y don Francisco Cazorla, ayudados por el practicante don Sebastián Delgado, y bajo la presencia del juez instructor suplente del distrito de Santo Domingo, don Miguel Segura, constataron en sus informes que el niño había sido asesinado.

Su cuerpo presentaba un corte en el cuello, realizado de derecha a izquierda, de entre ocho y diez centímetros, que llegaba hasta la columna vertebral. Llevaba muerto varios días. Y las sospechas hacían pensar que al niño se le tuvo que raptar con algún engaño y posteriormente llevarlo al final del paseo Heredia. Allí, tras abusar de él o debido a la resistencia que puso el pequeño, lo degollaron. Las autoridades gubernativas tomaron medidas drásticas.

El mataviejas

Seguían las pesquisas

Los agentes, comandados por el inspector provincial, Joaquín Ramírez, el capitán de la Guardia Civil, Antonio Ruiz Jiménez y el Teniente de la Benemérita, Antonio Fernández Álvarez, coordinados y dirigidos por el juez Segura, abrieron la investigación sobre el misterioso homicidio.

Todo es un misterio. Hoy tomaré declaración de nuevo a los padres de Manuel, a algunos chumberos de los establecidos próximos a Pascualinni, a Sebastián Morilla y a otros empleados del cine. Allá veremos si alguna de las declaraciones nos da alguna luz que aclare este suceso misterioso como pocos lo son”, afirmó el magistrado Segura.

El hombre de la varita

Los esfuerzos policiales surtieron efecto y, gracias a las confesiones del adolescente Miguel Lozano Huesca, se llevó a cabo la detención del presunto criminal. Mientras a las cinco de la tarde del 14 de agosto de 1913, se enterraba en el cementerio de San Miguel –zanja número 353, parcela E– a Manolito Sánchez, era detenido Francisco Treviño Frías, un enigmático personaje, de profesión desconocida y apodado por la prensa “el hombre de la varita”.

Más de 20 personas prestaron declaración y sus testimonios pusieron en jaque a las fuerzas de seguridad del Estado. Treviño, a pesar de tener problemas mentales, no había sido el responsable del infanticidio. Era inocente y ante la falta de pesquisas que investigar el proceso fue suspendido.

Dos nuevos detenidos

Transcurrieron seis meses de silencio. Un tiempo de temor en las calles ya que nunca se había producido un asesinato de estas características en la historia de la criminalidad malagueña. Málaga vivió en una tensa calma. Todo apuntaba a que los autores quedarían impunes. Pero todo cambió repentinamente. Dos hombres, José González Tovar, alias “el moreno”, y Francisco Villalba España, apodado “el trapero”, fueron detenidos como presuntos autores del degollamiento. El periódico El Popular. Diario Republicano cubrió los nuevos descubrimientos. Surgieron de forma casual tras las manifestaciones de un hojalatero que implicaba a los dos malhechores como responsables del infanticidio.

Necesitaban la sangre de Manolito

Los interrogatorios, severos y contundentes, se prolongaron durante varias jornadas en las dependencias de la Prisión Provincial por parte del juez Gómez Bellido. El titular del juzgado de Santo Domingo acudió, casi diariamente, para interrogar a los acusados. Los reos se mostraron férreos en su inocencia. Hasta que, pocos días después, José González Tovar, comenzó a derrumbarse. Dejó de comer, lloraba a lo largo de todo el día y, lo más importante, las versiones que daban empezaron a ser contradictorias en los careos.

José González Tovar mantuvo tres declaraciones distintas ante las autoridades. Siempre con la misma firmeza y energía en sus manifestaciones. Finalmente fue condenado. Quedó el asunto claro: mataron a Manolito Sánchez para conseguir su sangre y que fuera tomada por un aristócrata que acudió al lugar en un carruaje en la noche. Jamás se llegó a saber a ciencia cierta el nombre del bebedor de sangre. Todas las hipótesis, juicios paralelos y rumores callejeros apuntaron al torero Gómez Brailey como máximo responsable del macabro suceso, un maestro de espadas que padecía tuberculosis y que encargó degollar a un adolescente para poder beber su sangre y curar su mal.

Diego A. García

El sacamantecas

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