El quinto invitado
El quinto invitado
A menudo se dice que los niños pueden llegar a ser muy crueles. Todos hemos pasado por la experiencia de la escuela y seguramente todos también recordamos aquel compañero de clase que siempre era el objetivo de todas las bromas. En nuestro siguiente relato cuatro antiguos compañeros de clase volverán a reunirse casi veinte años después. Nacho, José, Raúl y Damián comparten las mismas experiencias de la niñez en la escuela aunque desde diferentes puntos de vista. Mientras que Nacho, José y Raúl siempre fueron personajes muy populares entre sus compañeros, Damián, en cambio, no gozó nunca de tal estatus, es más, por su personalidad inocente y bonachona, siempre acababa siendo la víctima elegida por los demás niños a la hora de buscar un aspirante ideal para sufrir las pesadas bromas de estos. El quinto invitado.
Mediante una búsqueda exhaustiva por las redes sociales, Nacho fue localizando, uno por uno, a sus antiguos compañeros de clase. Pero, algunos por encontrarse residiendo en lugares muy distantes, otros por motivos de fuerza mayor y otros porque sencillamente no estaban interesados o no contestaron, finalmente, Nacho logró reunir a tres de sus antiguos compañeros de clase para celebrar una noche de reencuentros en un pub de la cuidad.
Nacho, que aún seguía siendo tan bromista como antaño, ideó un plan para recuperar el tiempo perdido consistente en gastar, como no podía ser de otro modo, una broma a Damián. Para ello, Nacho citó a José y Raúl una hora antes que a Damián y así poder contarles todos los detalles de dicha broma.
Nacho: Bueno, chavales, os explicaré en qué consistirá la broma que le vamos a gastar a Damián.
José: Vamos, cuenta, cuenta, a ver que se le ha ocurrido a esa mente tan sucia que tienes, (risas).
Raúl: Eso, cuéntanos, que se te ha ocurrido.
Nacho: Pues veréis, cuando Damián aparezca por la puerta del bar lo saludaremos normalmente, pero una vez que todos acabemos de saludarlo yo le presentare a Narciso.
José: ¿Pero cómo?, ¿Narciso?, ¿Te refieres al Narciso que estaba en nuestra clase y que no te ha dado respuesta a la invitación de esta noche?
Nacho: El mismo. Le haremos creer que Narciso está aquí con nosotros y que lo podemos ver y escuchar. Actuaremos como si realmente Narciso estuviera aquí.
Raúl: (risas) Tú estás loco. No creo que Damián pique. Seguramente con los años habrá espabilado lo suficiente como para no dejarse engañar con una broma tan descarada.
Nacho: Bueno, bueno, ¿Apostamos algo a que me lo llevo a mi terreno?
José: Oye, mirad por la ventana, ¿No es ese que viene por ahí Damián?
Nacho: Joder, sí.
Raúl: Que poco ha cambiado, sigue teniendo la misma cara de bobalicón.
Nacho: Ya te lo dije, este pica el anzuelo como que yo me llamo Nacho.
Seguidamente la puerta del pub se abre y entra Damián. Gafas de culo de botella, una camiseta con la serigrafía del slogan de una conocida marca de bebidas alcohólicas que apenas le tapa su redonda barriga, esto, motivado por su sobrepeso y unos pantalones vaqueros muy gastados y anchos.
Nacho, como líder de la manada que fue y sigue siendo, es el primero en levantarse de la mesa para recibirle. De forma excesivamente amable pero alegre, se dirige a su antiguo compañero.
Nacho: ¡Pero bueno, a quien tenemos aquí!, ¡El que nos faltaba para la juerga!, ¡El gran Damián!, ¡Ven aquí que te abrace, hombre!
Damián, que a pesar de los años y debido, todo hay que decirlo, a la dificultad que siempre tubo a la hora de socializarse con sus semejantes, se acercó titubeante a Nacho con una sonrisa nerviosa y con la mirada clavada en el suelo.
Nacho lo abraza mientras que Damián simplemente se deja abrazar.
Nacho: Mira, ¿Recuerdas a José?
José: ¡Que pasa Damián!, ¿Cómo te va la vida?
Nacho: ¿Y a éste?, ¿Recuerdas el careto de este?
Damián: ¿Raúl?
Nacho: Exacto. El mismo que no aprobaba un examen de matemáticas ni dejándole los apuntes.
(Todos ríen)
Entonces Nacho sujeta de un brazo a Damián y, señalando con la otra mano uno de los asientos vacíos, le pregunta:
Nacho: ¿Y dime?, ¿Te acuerdas de aquel que está sentado ahí?, ¡joder!, Narciso, ¿No lo reconoces o qué?
Damián, que en ese momento estaba prestando toda su atención a Raúl, de repente, deja que el dedo índice de Nacho guie ahora su mirada y cuando sus ojos se fijan en aquel asiento vacío su rostro cambia totalmente. Nacho, José y Raúl intentan disimuladamente ocultar sus risas y Damián simplemente queda enmudecido, con los ojos mirando fijamente aquella silla solitaria.
Tras unos segundos en silencio en el que nadie soltó palabra, Nacho, finalmente, decide romper el hielo.
Nacho: Bueno, caballeros, creo que deberíamos pedir algo.
José: Si, que comience la mesa a llenarse de cervezas. No quiero pensar que nos hemos vuelto viejos.
Nacho: ¡Camarero!, ¡Cuatro… digo… cinco cervezas!
José: Bueno, a ver, ¿Quién va a ser el primero en contar lo fabulosa que es su vida?
Raúl: Yo mismo. Pues veréis. ¿Recordáis a aquella morena con la que siempre acababa cada noche cuando ya casi nos íbamos para casa?
Nacho: Si claro, tu amiguita especial.
Raúl: Pues me casé con su hermana y ahora trabajo en el negocio de su padre. Uno de venta de muebles.
(Todos ríen) Incluso Damián hace un pequeño esfuerzo por sonreír a cada chiste de alguno de los allí presente. No obstante, en su rostro todos pueden leer su incomodidad y sus pocas ganas de reír. Mientras que todos muestran una actitud muy desenfadada y desinhibida, Damián se encuentra con el cuerpo notablemente agarrotado y su mirada clavada en aquel asiento vacío que se encontraba presidiendo la mesa.
Nacho: Bueno, mi turno. Yo no me he casado. Ya sabéis que no soy hombre de una sola cama. Hice un curso de fontanería y vivo del oficio.
José: ¿Qué? ¿Buscando amas de casa aburridas? (risas). Bueno, pues yo actualmente regento una cafetería un par de calles más arriba.
Nacho: Uuuu, habrá que ir a probar la calidad del café.
José: Si, pero ten cuidado porque es un sitio peligroso, jajaja.
Nacho: ¿Qué quieres decir con eso?
José: Nada, una anécdota que me ocurrió hace unos días. Un cliente, un loco, salió gritando diciendo que su novia había entrado en el baño y había desaparecido. ¿Os lo podéis creer?
Raúl: Hay gente muy rara en esta ciudad.
Nacho: Si, yo siempre dije que esta es la ciudad de los locos, mejorando lo presente claro.
(Todos ríen)
El camarero trae las cervezas y las coloca encima de la mesa. Inmediatamente, Nacho las reparte una por una a cada invitado. Cuando llega a la última cerveza, como si de uno más se tratara, Nacho coloca la pinta de cerveza frente a la silla vacía y sigue conversando sin más. Damián, que sigue atento a aquel rincón de la mesa, queda ojiplático cuando presencia la escena pero sigue sin decir nada.
Nacho: Bueno Damián, tu turno. Dinos, ¿Qué has hecho con tu vida todos estos años que te hemos perdido de vista?
Automáticamente todos quedan cayados esperando oír la respuesta del sufrido invitado. Damián, que sigue mirando con rostro muy preocupado la silla de la discordia no dice nada, es más, ni siquiera presta atención a lo que le preguntan.
Nacho queda mirándolo fijamente esperando respuesta mientras que José y Raúl ya no saben cómo reprimir sus risas. Es entonces, cuando de forma más enérgica y acompañado de un empujón en el hombro Nacho le insiste en la pregunta.
Nacho: ¡Damián!, ¿A qué te dedicas?
Damián, como consecuencia a la insistencia de Nacho reacciona y lo mira con cara de preocupación. Y tras varios segundos responde:
Damián: Tra… tra… trabajo de informático en una empresa de la cuidad.
Nacho: ¿Y qué más?, ¿Alguna mujer en tu vida?
(Todos vuelven a reír)
Damián: No, no, ninguna.
José: Pues eso se arregla rápido. Esta noche te buscamos algo por ahí.
Todos rompen a reír al unísono. Las carcajadas eran cada vez más estruendosas. Todos menos Damián, que, por el contrario que el resto, los mira con cara como de no entender absolutamente nada de lo que acontece a su alrededor.
Una vez vuelve la tranquilidad a la mesa, Nacho prosigue con su plan y, mirando hacia el taburete vacío pregunta:
Nacho: Bueno, Narciso, no creas que escaparas de nuestro interrogatorio. ¿Qué ha sido de ti?, sorpréndenos.
Justo en ese instante, Raúl, bajo la mesa, le da un leve golpe con el pie a José para llamar su atención. Y es que a Raúl le comienza a parecer muy cómica la cara de sorpresa que va poniendo Damián como reacción a toda aquella actuación.
Tras unos segundos Nacho asiente con la cabeza como si hubiera recibido respuesta de aquella estancia vacía. Y con un gesto hacia sus compinches les anima a asentir también con la cabeza.
Nacho: Así que vives en un lujoso apartamento a las afueras de la cuidad. Joder, como te lo montas Narciso.
Y las carcajadas volvieron a sonar en todo el local. En medio de toda esa confusión de risas, palmadas y grandes tragos de cerveza, Damián, observa a todos con cara de sorpresa e incredulidad. Y de repente sentencia:
Damián: ¡No vive!
Todos quedaron callados de inmediato, sorprendidos por la reacción del que hasta ese momento había sido sujeto pasivo de toda la velada.
José: ¿Cómo has dicho?
Damián: Esta muerto, Narciso está muerto.
Raúl: ¿Nos estás tomando el pelo?
Nacho: No te creo. Y tú, ¿Cómo lo sabes?
Damián agacha la cabeza y mira de reojo a la silla vacía.
Damián: Porque eso es lo que él te acaba de responder.
Dicho esto, todos quedan totalmente estupefactos. Todos miran ahora a Damián muy seriamente con rostros sorprendidos.
Nacho: ¡Nos ha jodido!, Al final resulta que el que le pega a las drogas es Damián.
Una vez más todos rompen en estruendosas carcajadas. Todos menos Damián. Y justo en medio de aquel nuevo ataque de risas. José se percata que la pinta de cerveza que se encuentra frente al asiento vacío está a la mitad. No cabe duda que alguien ha tomado de esa cerveza.
José: ¡Joder!, mirad eso.
Y señalando con el dedo el vaso advierte al resto de los presentes tan curiosa imagen.
Raúl: ¡Que mamon!, jaja, Creo que Damián te está llevando a su terreno, ¿No crees Nacho?
Nacho: ¡Y una mierda!, habéis sido vosotros dos. Estáis más cerca del vaso que Damián. As sido tú, Raúl, estas justo al lado.
Raúl: Te doy mi palabra de que yo no he sido.
Cuando de repente, otra vez Damián…
Damián: Ha sido Narciso.
Nacho mira a Damián con cara de pocos amigos a lo que Dimían responde bajando la mirada al suelo.
José: Vamos Nacho, déjalo, mira he sido yo, ¿Vale?
Pero Damián vuelve a sentenciar…
Damián: Ha sido Narciso.
Y justo cuando Nacho se levanta para increpar a Damián, José se le adelanta y lo sujeta del brazo, alejándolo de la mesa para intentar tranquilizarlo.
José: Oye, déjalo ya. Solo es un friki treintañero. Olvídalo.
Nacho: ¿Y dejar que se ría de mí en mi cara?… No.
Mientras tanto, en la mesa, Raúl y Damián prosiguen con el tema.
Raúl: Mira Damián, ya conoces a Nacho. Él es así, deja que se ría un rato de sus propios chistes y no trates de tomarle el pelo. Y así todos nos reiremos un poco y no habrá lio.
Y justo cuando Damián acababa de recibir el consejo, éste vuelve su mirada al asiento solitario y comienza a prestar atención como si alguien desde allí le estuviera hablando.
Raúl, que durante toda la noche se había estado riendo de aquel comportamiento de Damián, ahora, ya no le hacía tanta gracia, es más, la sensación de incomodidad comenzaba a crecer cada vez más.
Raúl: ¡Oye, para ya! ¿Qué haces?
Damián: Es que Narciso me estaba diciendo…
Raúl: ¿Qué carajo te estaba diciendo? ¿A ver?
Damián: Que no haga caso de lo que un capullo como tu pueda decirme.
Inmediatamente después de oír esto, el rostro de Raúl se enciende de enojo pero, éste, a diferencia de Nacho, decide levantarse y alejarse antes que tratar de golpearlo.
Raúl se acerca a sus dos amigos que se encuentran un tanto alejados de la mesa y les comenta lo que acaba de suceder.
José: A ver, pensad un poco. Yo creo que Damián ya vino advertido por todas las bromas que siempre le hemos gastado… y cuando llegó y le quisimos gastar una broma más decidió contraatacar. Nada más. Solo es eso.
Nacho: Exacto, se cree que es más listo que nosotros. Miradlo ahí. El capullo está conversando solo. ¿Pero es que no lo veis?
Raúl: Déjalo, es solo un puto friki, ¿Qué esperabas de un friki?
Nacho: Me da igual. Esta noche va a saber cómo me las gasto con quienes van de listos conmigo.
Y dicho esto, Nacho se dirige otra vez a la mesa. Detrás le siguen José y Raúl que, tras mirarse mutuamente, vuelven resignados a sus asientos.
Nacho: Oye Damián, los chicos y yo hemos pensado que ya va siendo hora de cambiar de sitio. ¿Por qué no te vienes con nosotros a tomar unas copas por ahí?
Damián: Narciso pregunta que si puede venir él también.
Ante esta respuesta, Nacho traga saliva, se toma unos segundos para respirar profundamente y finalmente asiente con la cabeza dirigiendo una ligera sonrisa a Damián.
Todos se levantan de la mesa y salen del local en dirección al aparcamiento donde se encuentra el coche de Nacho. Un turismo con algún que otro bollo y con un interior bastante poco cuidado y sucio.
Nacho: Os presento mi picadero con ruedas.
José: Joder tío, ya podrías lavarlo de vez en cuando.
Nacho: Entrad de una vez o vais andando.
Todos entran en el coche. Una vez dentro…
Nacho: Os voy a llevar a un club de alterne que os vais a acordar para el resto de vuestras vidas.
Nacho arranca el motor y se incorporan a la autopista. José, que se encuentra en el asiento de copiloto comienza a sintonizar la radio de coche. Mientras, en la parte de detrás del coche, Raúl y Damián se encuentran mirando por las ventanillas la oscuridad de los campos en la noche. Cuando de repente, Nacho mira por el espejo retrovisor y observa que entre Raúl y Damián aparece una figura con forma humana. Pero la oscuridad en el interior del coche le impide ver el rostro de aquel inesperado invitado.
Es entonces cuando éste, en su intento por reconocer quién se encuentra sentado en el asiento de detrás, enciende la luz del interior del coche. Pero ahora ya no hay nadie. Nacho trata de convencerse que solo ha sido una mala pasada de las luces y sombras de la carretera y vuelve a centrarse en la conducción. Pero segundos después…
Raúl: ¡Ahhhhhh!
Justo en el mismo instante en el que oye el grito de Raúl, Nacho siente una mano huesuda apoyarse en su hombro e instintivamente vuelve su cabeza hacia detrás para encontrarse cara a cara con el rostro cadavérico de Narciso, el cual, tras unos segundos de mirada intensa y sonriente, se acerca aún más a su antiguo compañero y con un sutil guiño de ojo acompañado de una voz ronca y metálica le suelta…
Narciso: ¡Uuu!, ¡Te pillé!
Sólo una luz cegadora hizo que Nacho volviera a prestar atención a la carretera. Pero ya era demasiado tarde; el coche había invadido la calzada contraria y un camión cisterna se acercaba inexorablemente para acabar dando un golpe frontal de mortales consecuencias.
Un gato que pasaba por allí, escondido en la oscuridad del campo y alertado por el ruido y las llamas, fue el único testigo del terrible accidente que ponía punto y final al reencuentro.
Resulta curioso observar como aquellos que más bromas gastan a los demás son a menudo los que peor las encajan.
Relatos de misterio y terror – Jesus Giraldo