El enigma Fulcanelli, un alquimista en el paris del siglo xx

En 1926 fue publicado el libro El misterio de las catedrales, que hacia un recorrido del arte gótico en Francia y que proponía realizar una demostración curiosa, ya que, según él, los maestros alquimistas de la Edad Media habrían dejado testimonio de su ciencia en la arquitectura de los principales edificios religiosos del país. El libro estaba firmado por Fulcanelli. Pero a día de hoy sigue el enigma del alquimista Fulcanelli

No se encontraba a Fulcanelli.

Aunque admirado y buscado por todos los esotéricos de París, Fulcanelli no aparecía por ninguna parte. Algunos sugerían que tal vez Canseliet o Champagn, escritores y conocidos alquimistas, se escondían tras este seudónimo. Pero Canseliet parecía bastante joven y sus obras no poseían la facultad de análisis ni la visión global de Fulcanelli, Champagne parecía ser un candidato más plausible, ya que tenía más edad y más experiencia y su trabajo como artista pudo haberlo llevado a visitar todas las catedrales, castillos y otros monumentos nombrados. Pero su carácter no correspondía a la imagen que todos se habían hecho del autor de El misterio de las catedrales. Champagne era más bien un juerguista fanfarrón y alcohólico, no un sabio.

¿Quién era?

Se pensó en varios ocultistas famosos, como Pedro Dujols, Auriger, Faugerons, el Dr. Jaubert, Jolivet Castelot… Pero frente a cada nombre aparecía la misma objeción: estos hombres habían escrito otras obras y ninguna tenía el poder de las de Fulcanelli. Se pensó, por fin que podría ser Rosny el Viejo, autor de La guerra del fuego y de otras novelas de ciencia ficción. Era el único cuyo estilo como escritor tenía suficiente fuerza y cuya cultura filosófica y científica eran lo considerablemente vastas para ser Fulcanelli. Pero la vida de Rosny el Viejo era conocida hasta el menor detalle y no aparecían en ella los viajes que le hubiesen permitido conocer tan bien los edificios citados en estas dos obras, la única conclusión posible era que Fulcanelli no era ninguno de estos personajes, sino más bien un hombre que trabajaba fuera de los círculos de los esotéricos de su época.

Hermetismo

En Las moradas filosofales, escrito en 1929 Fulcanelli describió así una composición pintada sobre una chimenea del castillo de Dampierre: En conjunto, esta composición se presenta como un paradigma de la ciencia hermética. El dogo y el dragón ocupan el lugar de dos principios materiales reunidos y retenidos por el oro de los sabios. De acuerdo con la proporción requerida y el equilibrio natural según lo que nos muestra la imagen de la balanza. La mano representa al artesano, firme para manejar el espada, jeroglífico del fuego que penetra, mortifica y cambia las propiedades de las cosas, prudente en la repartición de las materias de acuerdo con las reglas filosóficas de los pesos y las medidas. En cuanto a los rollos de monedas de oro, éstos indican claramente la naturaleza del resultado final y uno de los objetivos de la obra…

Tan expresivos como ésta son los pequeños medallones, de los cuales uno representa a la naturaleza, la que debe servir siempre de guía y de mentora al artista. Mientras que el otro señala que el sabio autor de estos variados símbolos pertenecía a los rosacruces. La flor de lis heráldica corresponde, en efecto, a la rosa hermética. Junto a la cruz sirve, como la rosa, de insignia y de blasón al caballero y discípulo que había por gracia divina, encontrado la piedra filosofal

El misterio de las catedrales

En el otoño de 1926, apareció el libro titulado El misterio de las catedrales, publicado en una lujosa edición de 300 ejemplares, el prefacio estaba escrito por Canseliet y el libro tenía 36 ilustraciones de Champagne. El texto aparecía firmado por Fulcanelli. El autor arrastraba a sus lectores a una serie de interpretaciones esotéricas de algunos monumentos muy conocidos, ya que se trataba de catedrales góticas. Dando pruebas de una erudición sorprendente y de un perfecto conocimiento, tanto de la historia del arte como de los símbolos esotéricos descubre en los edificios cristianos supuestos códigos con los secretos de los alquimistas.

Descifrando claves

Por ejemplo, señala que en el pórtico de la catedral de Nuestra Señora de Paris una estatua de la Virgen lleva unos medallones que representan los siete planetas asociados a los siete metales utilizados por los alquimistas. El Sol (oro), Mercurio (mercurio), Saturno (plomo), Venus (cobre), a Luna (plata), Marte (fierro) y Júpiter (estaño),

Según él las claves de la transmutación, es decir, la operación de alquimia que consistía en transformar los metales en oro se encontraban disimuladas en el pórtico. Así sólo los iniciados podrían descubrirlas. En 1929 apareció el segundo libro de Fulcanelli titulado Las moradas filosofales. En este  pasaba a los castillos medievales y viviendas centenarias por el mismo cedazo interpretativo. La arquitectura, las formas, las proporciones, los vitrales, las esculturas, todo era analizado por un Fulcanelli librado a una fascinante demostración.

Especulaciones

Muchos son los libros y artículos que hablan sobre él, pero todos basados en especulaciones.  El ocultista Bergie creyó haber hablado con Fulcanelli años antes del uso de la bomba atómica. Explicando que un alquimista le habló de los peligros que conllevaría en un futuro una probable reacción en cadena de átomos, como si explotasen varias bombas atómicas en forma simultánea. Nadie le creyó, pero cuando sucedió una reacción así. Las autoridades, principalmente de Estados Unidos, comenzaron a buscarle impacientemente para que explique cómo sabía algo que aún no se había descubierto. ¿De dónde tomó ese conocimiento? ¿Cómo pudo predecir cosas así? La respuesta, según los alquimistas está toda en los textos antiguos, pues no hay nuevos descubrimientos, sino re-descubrimientos, citando como ejemplo la electricidad en el Templo de Dendera, en Egipto.

¿Conde de Saint Germain?

Muchos misterios quedan por resolver y con seguridad jamás los descubriremos. No al menos los que envuelven a Fulcanelli. Incluso algunos creen que era el mismo Conde de Saint Germain, el famoso personaje inmortal. Pero por lo pronto, sólo podemos leer sus libros e intentar comprender un poco más de qué va la Alquimia. Hay que decir que su lenguaje tampoco es sencillo. Porque Fulcanellí se marchó sin dejar rastro, aunque medio mundo le persiguiera.

La alquimia vivió, en Occidente, su edad de oro entre el fin de la Edad Media y el comienzo de la época moderna. Después del siglo XVI por el contrario, esta disciplina se enfrentó a un creciente escepticismo. En el siglo XVII, sin embargo, un sabio de la categoría de Isaac Newton se preocupó de escribir cuidadosamente de su puño y letra un tratado de alquimia. Un siglo más tarde, se producen hechos como la Introducción del método cuantitativo en química, la identificación del oxígeno, se analizan el agua y el aire: la alquimia, como ciencia, ha pasado a la historia.

 

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Pero algunas teorías de los alquimistas, así como el ave Fénix, renacen en los descubrimientos de la física moderna: las investigaciones realizadas sobre la estructura atómica de la materia, las transmutaciones espontáneas de los elementos radiactivos, la modificación de las estructuras atómicas mediante el bombardeo de partículas confirman la unidad fundamental de la naturaleza, presentida por los filósofos esotéricos, desde Pitágoras a Flamel y Paracelso.

Fran González

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