Antes de dormir
Sacudí mi cabeza para recobrar el juicio, que bien parecía haberse ido con su recuerdo y abrí los ojos otra vez para asegurarme de que aquella visión había desaparecido. En ese mismo instante Lucy comenzó a toser fuertemente, lo que indicaba que había vuelto a mí. Debió haber estado desmayada o dormida quizás.
Quizás había sobre reaccionado, y solo se trataba de mi acongojado corazón que aún no sabía bien cómo enfrentar aquel indecible calvario de su luto.
-¿Lucy? ¿Te encuentras bien? Lucy, hija que bueno que estás bien…
Ella solo asintió débilmente con la cabeza, ya que al parecer aún estaba algo débil por el hecho de haber dormido en el gélido suelo esa noche.
Entonces la levanté en mis brazos y la llevé hasta su habitación para recostarla y ayudarla a devolver el calor a su pequeño cuerpo.
Mientras la cubría con su manta favorita y colocaba en su regazo su oso de felpa predilecto, ella intempestivamente cogió mi mano firmemente, me miró a los ojos y dijo,
-Mami, ¿Por qué le hiciste eso a la otra niña que dormía en mi habitación antes de que llegara yo? Ella está muy enojada contigo mami. ¿Por qué no le creíste? ¿Por qué lo hiciste mami?
Los ya débiles latidos de mi corazón parecieron haberse detenido abruptamente ante aquella fatídica revelación.
¿Cómo una niña tan pequeña podría haber obtenido una información así? ¿De quién? ¿Por qué?
No había manera alguna de que ella pudiese saber nada de lo que había sucedido con Diane. Era simplemente imposible.
Con el corazón en la mano, intenté reorganizar mis pensamientos e intenté contestar lo más lúcidamente posible.
-Lucy, hija, ¿otra vez tuviste aquel horrible sueño, no es así?
Dile a mamá, debes contarme todo hija, lo sabes. Esa es la única forma en que podré ayudarte mejor a terminar con esos miedos nocturnos.
Su mirada triste dejaba entrever una profunda desazón.
-Mami, debiste haberle creído. Ella no es mentirosa, ella decía la verdad. Yo también la he visto.
Las manos me comenzaron a sudar frio y sentía como las piernas se me debilitaban al punto de caer de rodillas en el piso.
-¿Qué has visto Lucy?
Un silencio sepulcral se hizo presente en cada rincón de la habitación, mientras que una horrenda premonición cruzaba fugaz mis lúgubres pensamientos.
-La he visto, la miré cuando llegó a la habitación justo ayer. Yo creía que eras tú mami.
Yo creía que eras tú la que acariciabas mi cabello de noche.
Conteniendo mi asombro y desasosiego repliqué,
-Claro Lucy, todas las noches antes de dormir yo cepillo tu cabello y lo dejo desplegado en la almohada para que no te incomode al girar mientras duermes.
-No mami, no. Yo digo en medio de la noche.
Yo sé que no eres tú, me lo dijo Diane.
Ella me lo dijo.
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