Antes de dormir
Mientras me preparaba esa tan ansiada taza de té, daba vueltas en mi cabeza lo que me había dicho Lucy, y se repetía una y otra vez.
-Mami, ¿anoche eras tú peinando mis cabellos otra vez, no es verdad?
¿Eras tu no es verdad mami? ¿Mami?
De regreso a mi habitación, caminaba de puntillas intentando no hacer ningún ruido, pero de repente mientras pasaba justo por fuera de la habitación de Lucy, sentí como un escalofrío profundo recorrió todo mi cuerpo, y una extraña sensación de opresión se apodero de mi pecho.
Debe ser producto de la emoción, me dije. Todo ha sido demasiado fuerte y demasiado rápido para mí, y la verdad es que no he tenido espacio para sanar aquella herida que dejó la extraña muerte de Diane.
Para calmar mi pesadumbre, tuve el impulso de entrar en la habitación de mi pequeña Lucy, pero al pensarlo por segunda vez y sobre todo en vista a los problemas de sueño que estaba experimentando, decidí dejarlo así y solo me alejé.
Al romper el alba, los escasos rayos de sol se colaban por entre el pequeño vitral que adornaba la habitación, y creaba hermosos mosaicos multicolores en el añoso piso de madera. Restregué mis ojos y afiné la vista un poco más, solo para darme cuenta de que Lucy yacía en el suelo de la fría habitación.
Me levanté de golpe y corrí hasta ella pensando lo peor.
Cuando la tomé entre mis brazos ella estaba fría como un témpano y su piel estaba lívida a tal punto que parecía hecha de antigua porcelana.
Comencé a gritar su nombre mientras la abrazaba para intentar devolverle el calor.
-¡Lucy, Lucy! Querida por favor responde. Hija por favor…
¡¡Lucy!!
Cuando ya estaba perdiendo las esperanzas de que se hallara aún respirando, se vino a mi mente el vívido recuerdo de Diane. De pronto, fue como si la tuviese frente a mí, recostada en el suelo, con su vestido de organza color pastel, y un rictus melancólico colgado del rostro.
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