Macunaíma: Algo Va Mal - El Enigma Tras el Mito Brasileño

Macunaima: Algo va mal

¿Habeís oído de la Macunaima ? ¿Os habéis despertado alguna vez con la sensación de que algo va mal, algo va terriblemente mal?  Así me desperté yo esta noche, con esa sensación de angustia, con esa sensación peor que la de caer al vacío.

Recuerdo haber abierto los ojos y haber respirado agitadamente, como si quisiera tragar todo el aire de la estancia. Todavía resonaba en mi cabeza el eco de ese sonido… Ese repiqueteo como de canicas saltando por todo el piso de arriba… Respiré profundamente y recordé que ya habían encontrado explicación para esos sonidos. Eran las tuberías de la calefacción.

Volví a respirar profundamente y me acurruqué al lado de Carlos, que como no, no se había enterado nada. Volví a relajarme y a caer otra vez en mi sueño interrumpido. El sopor comenzó a invadirme, lentamente, y yo, más tranquila, empecé a dejarme ir. Pero algo en lo más recóndito de mi subconsciente me decía que no, que algo no iba bien, que debía estar alerta, que no debía relajarme.

Recuerdos. La selva venezolana

De repente un pensamiento se abrió paso en la bruma en mi inconsciente, y me incorpore de un salto, quedando sentada en la cama, con los ojos bien abiertos. En ese instante recordé que no estaba mi casa. No, no estaba en mi casa. De hecho estaba muy lejos de mi casa. A mi lado Carlos dormía como un bebé, ajeno a toda la angustia que invadía mi pecho. Habíamos tenido un día muy intenso, con toda esa caminata por la selva y la excursión en la curiara, esa canoa que los indios hacen excavando un solo tronco. Así que no, no estaba en mi casa, estaba en medio de la selva venezolana, en una cabaña hecha de madera en la que obviamente no había ningún tipo de calefacción. Agudicé el oído, los sonidos de la selva son inquietantes para los que los desconocemos.

A mi mente empezaron a llegar todas las leyendas que nuestro guía indígena, Naturaleza, nos había contado durante la excursión. No le había prestado particular atención, eran leyendas y mitos para mantener a la población a salvo. Básicamente para que no fueran solos por la selva, ni se alejasen de los poblados, y me habían sonado bastante pueriles. Pero en ese momento, no sé por qué, ya no me parecieron tan inofensivas.

Apartar malos pensamientos

Recordaba sobre todo la de Macunaima, ese ser que si te encontraba durmiendo en la selva te quitaba todos los órganos y te rellenaba de hojas. Sacudí la cabeza enérgicamente, como si quisiera expulsar esos extraños pensamientos de mi mente. Me levanté a beber un poco de agua, para romper la línea que seguían mis ideas, y abrí la puerta de la cabaña. Seguía siendo noche cerrada y los sonidos de la selva me envolvieron por completo, atronadores, amenazantes, pero que al mismo tiempo parecían hipnotizarme.

Casi sin darme cuenta bajé el par de escalones de la entrada y me planté en medio del camino mirando al cielo. Y así estuve durante no sé cuánto tiempo, mirando ese maravilloso cielo estrellado, sin contaminación lumínica, de manera que es difícil encontrar un cachito de cielo entre tanta estrella. Sentí como se levantaba una ráfaga de aire, agitando las plantas de alrededor y un grupo de guacamayas levantaron el vuelo.

Me sobresalté y decidí que era hora de volver a la cama. Volví a despertarme cuando ya había amanecido, con una sensación de pesadez y malestar, con todo el cuerpo entumecido. Al estirarme oí como algo crujía a mi lado, como si hubiese un periódico en la cama al que estuviese aplastando. Alargué el brazo buscando a Carlos con la mano pero sólo encontré hojas, hojas secas desparramadas por toda la cama. Grité, grité tan fuerte que me escocían las cuerdas vocales, y al oír mis propios gritos me di cuenta de que no estaba soñando.

La desaparición

A partir de ahí todo se desdibuja, no recuerdo quién acudió primero a la cabaña al oír mis gritos si algún empleado del campamento o algún turista de la cabaña vecina, la declaración a la Policia que me miraban con compasión – pobrecita – decían sus ojos – el marido la abandona en plena selva y ella cree en antiguas leyendas…

Nadie me creyó, nadie me hizo caso, todos creen que Carlos se esfumó voluntariamente e hizo una puesta en escena.

Mejor así. Si ya nadie cree en el diablo como van a creer en Macunaima, un ser mitológico obsoleto? Había sido una buena idea apropiarme de aquel cuerpo femenino de una turista, así podré continuar mi trabajo después de tantos años aletargada, al fin y al cabo esto era solo una prueba y parece que salió bien.

Silvia Rossi

Deja un comentario