Residencia de ancianos
Residencia de ancianos
La vejez comienza cuando el recuerdo es más fuerte que la esperanza.
Proverbio Hindu
¿Pueden nuestros recuerdos perdurar más allá nuestras vidas? Son muchos los testimonios que hablan de que en las residencias de ancianos suceden cosas, se oyen voces donde no hay nadie, y se ven sombras inexplicables ¿espíritus? Pudiera ser, pero por un momento llegué a preguntarme si no serían recuerdos, los recuerdos de los que han pasado por allí, recuerdos que se resisten a ser olvidados de la misma forma que fueron olvidados aquellos que los poseyeron.
Recuerdos
Pero más allá de los recuerdos, están los asuntos pendientes. Muchos son los que defienden que el alma se queda en este mundo de los vivos si al morir tenemos asuntos pendientes. Muchos ancianos son “abandonados” en residencias mediante engaños y bajo la promesa de que los volverán a buscar en un breve plazo, promesa que rara vez se cumple, sin duda, un contundente asunto pendiente, esperar a que su fu familia acuda a buscarlos.
Recuerdos, soledad, tristeza y achaques, a menudo simplemente los achaques propios de la edad. Las residencias de ancianos están llenas de emociones, emociones de las que podríamos pensar sería lógico se quedaran impregnadas en las paredes, en los suelos, y en el aire.
Investigación
Durante la investigación realizada en la residencia de ancianos, sentimos y captamos cosas, cosas sobre la que como en cualquier otra investigación paranormal nunca podremos afirmar de que se trata, pero que como siempre nos hacen pensar en que el gran misterio no es la muerte en sí, sino lo que ocurre después de ella.
Quizás no sea una buena práctica, pero me gusta sacar conclusiones de casi todo lo que hago o veo. En el caso de la investigación de la residencia de ancianos, me quedo con la desesperanza que se debe sentir cuando entras en un lugar con la convicción de que será tu última morada en esta vida, y en es caso ¿Qué te queda? Poca cosa, salvo inundarla con tus recuerdos mientras esperas a la parca.
Nada nos hace envejecer con más rapidez que el pensar incesantemente en que nos hacemos viejos.
Georg Christoph Lichtenberg