La desaparición de Gloria Martínez

0

abedcceddabf

La desaparición de Gloria Martínez

Ocurrió una noche del 29 de Octubre de 1992. El día anterior, Gloria, una chica de 17 años, fue ingresada por sus padres en una clínica psiquiatra de Alfáz del Pí (Alicante), con un cuadro de insomnio y ansiedad además de una extraña agitación nerviosa.

Supuestamente al día siguiente a medianoche Gloria se escapó de este centro, supuestamente nunca se encontraron las pruebas, nunca se encontraron las huellas, simplemente, nunca más se volvió a saber nada de Gloria Martínez Ruiz.

La extraña desaparición de Gloria Martínez Ruiz

Gloria Martínez Ruiz era una estudiante de 17 años que residía con sus padres y su hermana menor en el barrio Florida-Portazgo de Alicante capital.

Era bastante nerviosa, hasta el punto que había llegado a desarrollar un cuadro psicótico agudo con episodios de ansiedad, insomnio y pérdida de apetito, por lo que sus padres la llevaron a la consulta privada de la psicóloga María Victoria Soler.

Tras unas semanas de tratamiento, y en vista de que el estado de salud general de Gloria no mejoraba, la doctora Soler recomendó (y según palabras de los padres, casi obligó) a la familia el ingreso de la menor en la clínica Torres de San Luis.

Una casa de reposo ubicada en medio del campo, en el término municipal de Alfaz del Pí, donde se trataban pacientes con estrés y depresiones.

clínica Torres de San Luis.Alfaz del Pí (Alicante)en la que estuvo ingresada y supuestamente escapó Gloria Martinez Ruiz

Los padres de Gloria Martínez tuvieron claro que, si aquello era lo mejor para la salud su hija, había que internarla a pesar de las 40.000 pesetas diarias de la época que costaba el tratamiento en Torres de San Luis y de los sacrificios que aquello iba a suponer para una familia de clase media.

En la mañana del 29 de octubre de 1992, llegaron a la clínica con Gloria en lo que iba a ser la última vez que la viesen.

El extraño caso del niño pintor de Málaga

La supuesta fuga

Más que una clínica o una residencia, Torres de San Luis era un verdadero complejo formado por varias construcciones.

El edificio principal albergaba las consultas, cocina, cafetería, comedor y dependencias administrativas; en una serie bungalows anexos -dotados de dormitorio, cuarto de baño y sala de estar-, se alojaban los pacientes; una piscina y amplios jardines completaban la lujosa estancia.

Los jardines disponían de  pequeños muros de medio metro, y todo el recinto rodeado de una valla de entre dos y cuatro metros de altura, según el desnivel del terreno.

El día del ingreso de Gloria, el personal del centro se componía de cuatro personas: dos enfermeras -una de ellas titulada como ATS y la otra como auxiliar-, y un matrimonio de trabajadores rumanos que vivían en uno de los bungalows y se encargaban de la jardinería, la limpieza y las comidas.

La reconstrucción de lo que pasó en las horas siguientes proviene necesariamente de los datos aportados por estos cuatro testigos.

Según los responsables de la clínica, el nerviosismo de la menor aumentó considerablemente al marcharse sus padres y encontrarse sola en un entorno desconocido, por lo que procedieron a sedarla con cuatro dosis de 75 miligramos de Haloperidol, Largactil y Sinogal.

Como los calmantes no hacían suficiente efecto, decidieron atar a Gloria a su cama de pies y manos. Situación en la que permaneció hasta la una y media de la madrugada, cuando pidió a una de las enfermeras que la desatara para poder ir al baño.

Siempre según la versión de la clínica. Cuando la pequeña se vio libre de sus ataduras propinó un fuerte empujón a la enfermera, se lanzó por una ventana baja desprovista de rejas. Cruzó el jardín, saltó la valla y se dio a la fuga. Esa es la versión oficial.

Dudas de la versión oficial

La versión oficial de este extraño caso tiene, sin duda, elementos difíciles de creer.

De entrada, Gloria tenía una miopía de 8 dioptrías en cada ojo, y no resulta creíble que la niña huyese sin sus gafas ni sus lentillas, que aparecieron en la mesilla junto a la cama.

En plena noche cerrada, viendo sólo sombras y colores borrosos, y fuertemente sedada, la pequeña tuvo que esquivar los muretes del jardín a la carrera. Después tuvo que saltar una valla de unos dos metros de altura y continuar a campo abierto a toda velocidad.

Además, los responsables de la clínica tardaron varias horas en avisar a la Guardia Civil. Recibieron la primera llamada alertando de la desaparición de la paciente a las ocho y media de la mañana, siete horas después de los hechos.

Los agentes que acudieron al complejo no encontraron muestras de la supuesta fuga en el lugar indicado por las enfermeras.  No había huellas en el jardín, ni en la valla, ni manchas de tierra. Ni siquiera rastros del salto de una persona desde gran altura en el lado exterior de la verja. Nada. Solo quedan las palabras dichas por los trabajadores del centro y unos padres.

Unos padres que seguirán buscando hasta su muerte los motivos de la desaparición de su hija:

“Lo único que sabemos es que dejamos a una hija y ya no la hemos vuelto a ver, esto es algo terrorífico, sinceramente, terrorífico. Y a nadie, desde luego, le deseamos un solo día de su existencia ante este terror. Esto es, de verdad, una novela de terror. Pero vividas por unas personas y no sabemos que ha pasado con nuestra hija”

Diego A. García

El crimen del hotel Majórica

Deja un comentario