Los signos del zodiaco: Aries

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Los signos del zodiaco: Aries

El signo de Aries en la cultura egipcia se asociaba con el dios solar Amón, que se representa con la forma de una cabeza de carnero.

El carnero, con sus cuernos en forma de espiral grandes y robustos, simboliza al guerrero, directamente relacionado con el sol naciente, con la primavera y con el triunfo de la vida sobre la muerte.

Antigüedad

En la antigua Grecia estaba directamente asociado con Palas Atenea, la diosa que nació de la cabeza de Zeus totalmente armada y dando gritos de guerra. En su yelmo se representaba un carnero, y era la diosa de la sabiduría, la estrategia, la civilización , la justicia y la guerra, junto con Ares que también era dios de la guerra, aunque en su vertiente más primitiva, violenta y brutal, además de ser un pendenciero (curiosamente Ares nunca consiguió vencer en combate a su hermanastra).

En la antigua Roma se relacionaba con Marte, dios de la guerra, cuyo culto era más extendido que el de Ares en Grecia. De ahí la razón por la cual Marte dio nombre al cuarto planeta del sistema solar, y regente del signo de Aries, al día de la semana Martes y al mes de Marzo.

En el munido cristiano, tiene lugar bajo este signo la Pascua de Resurrección, simbolizando el triunfo del espíritu sobre la materia.

Mitología

El mito con el que se identifica al signo de Aries es el del vellocino, presente de Frixo al rey Eetes y que éste colocó en un bosque consagrado a Ares y custodiado por los sacerdotes que le rendían culto. La historia de como Hera y Atenea, urdieron un plan para recuperar el vellón de oro es compleja: como no se ponían de acuerdo, de como debía actuar Jasón. Para recuperarlo decidieron pedir ayuda a Afrodita, quién pensó que Eros sería el más indicado para allanar el camino.

Lanzaría una de sus flechas al corazón de Medea, hija del rey Eetes, para despertar en ella una pasión por Jasón que Afrodita mantendría viva gracias a un talismán nuevo: un torcecuello (se trata de un pájaro) vivo extendido sobre una rueda de fuego. Por lo visto y según ha quedado registrado por varios autores, éste fué un talismán muy utilizado en toda Grecia, incluso en el círculo de Sócrates.

Mientras tanto Jasón, propuso en consejo de guerra, ir hasta la ciudad de Ea, donde gobernaba Eetes. Y pedirle el favor, de que les diese el vellocino y sólo utilizar el engaño o la fuerza, en caso de que obtuviesen una respuesta negativa. A partir de aquí, las aventuras de Jasón y los argonautas se complican.

Gracias a la ayuda de Medea, herida de amor por una flecha clavada en el corazón hasta las plumas, quien le entregó una pócima que le protegería del aliento de fuego de los toros a los que tenía que someter, para poder arar el campo, y así sembrar los dientes de serpiente que le había entregado Atenea.

De esta siembra surgieron inmediatamente hombres armados. Hizo que se pelearan entre ellos y luego mató a los heridos supervivientes. Esta era la prueba que le había pedido el rey para entregarles el vellocino, pero Eetes decidió que no iba a entregarlo tan fácilmente y amenazó con incendiar el Argo y liquidar a la tripulación.

Pero Medea condujo a Jasón y a los argonautas al bosque de Ares, donde se hallaba el preciado vellón custodiado por un dragón de mil anillos, temible e inmortal. Medea, que además era la sacerdotisa hechicera de Hécate, distrajo al dragón con encantamientos, y lo adormeció rociando sus párpados con una poción soporífera, facilitando el trabajo de Jasón.

Después de esto hubo una cruenta batalla con los custodios del preciado vellocino en la que muchos de los argonautas resultaron heridos, de los que se encargó Medea, una vez ya en el Argo, con sus artes medicinales y encantamientos.

Silvia Rossi

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