La leyenda de las Perseidas

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La leyenda de las Perseidas

Cuentan que fue en un 10 de Agosto del año 258 cuando el mártir fue quemado en la hoguera tras ser capturado por los romanos, aunque la tradición popular sostiene que en realidad fue asado en una especie de parrilla, ya que dicen que en determinado momento, en medio de su agonía, gritó “Dadme la vuelta que por este lado ya estoy hecho”. Desde entonces, muchos de los que durante estos días miran al cielo, llaman a las abundantes estrellas fugaces que nos acompañan las “Lágrimas de San Lorenzo”, argumentando que esa luces no son sino las lágrimas de dolor que el santo derramó durante la tortura de su martirio. Ahí nace lalLa leyenda de las Perseidas

Leyendas más antiguas

Sin embargo, otras leyendas nos remontan a tiempo aún más antiguos, a una época en la que los Dioses bajaban a la tierra, para tener relaciones con las hijas de los hombre, siendo una de estas leyendas la que da origen a que a esta lluvia de estrellas muchos las conozcamos a día de hoy con el nombre de “Las Perseidas”.

Cuenta la leyenda, inmortalizada por Ovidio en su Metamorfosis, que Danae era la única hija de Acrisio, rey de Argos, y de Euridice. Fue un oráculo el que advirtió al rey de que sería un nieto suyo el que le daría muerte en un futuro arrebatándole el trono, por este motivo, Acrisio decidió enterrar a Danae en una torre de bronce con el fin de que no llegara a conocer a ningún hombre, y por lo tanto, de impedir que esta tuviera descendencia y se cumpliera la profecía del oráculo.

Zeus entra en acción

El todopoderoso Zeus que mandaba  de vez en cuando emisarios a la tierra para que se enteraran de las cosas de los hombres y se las contaran, es informado de la historia de Danae y de la gran belleza que según se cuenta atesora la joven. Conociendo a los dioses, a nadie ha de extrañar que el mismísimo Zeus decidiera bajar a la Tierra. Quería comprobar por sí mismo si la joven era en realidad tan hermosa como le habían contado.

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La primera vez, se acerca a la torre de bronce y ve a Danae a través de los barrotes de la ventana. En seguida se enamora de ella y quiere entrar a visitarla, aunque no sabe cómo hacerlo. En forma divina nunca se aparece a los mortales, y en forma humana no es capaz de atravesar los muros de bronce.

Un día, mientras Danae está asomada a la ventana mirando el cielo, el único consuelo de su cautiverio, ve como a lo lejos se va formando una tormenta. Las nubes oscuras se acercan a gran velocidad empujadas por un viento huracanado. Danae ríe cuando una torrencial lluvia cae sobre la torre. Sabe que la torre es invulnerable y la tormenta no significa para ella más que una distracción. Pero de pronto, de  entre las nubes oscuras aparece una nube dorada y resplandeciente que se acerca a la ventana, deshaciéndose finalmente en una prodigiosa lluvia de oro que se introduce en la prisión a través de la ventana.

Rodeada de luz

La bella joven se ve repentinamente rodeada de luz y calor, sintiendo como si unos brazos invisibles y misteriosos la oprimieran. Danae queda sorprendida por el prodigio. Aún lo estaría más cuando días más tarde supo algo que la sorprendió. Aquella lluvia de oro era una forma que Zeus había tomado para acercarse a ella y poseerla.

Y es por eso que Perseo, el hijo de Zeus y Danae, una vez los dioses lo convirtieron en constelación,  lanza cada año una lluvia de estrellas sobre la tierra en recuerdo a la forma en que fue engendrado.

Siempre tenemos que mirar al cielo, pero en estos días más que nunca, porque casi te resultará imposible no poder pedir un deseo.

Fran González

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