Gilles de Rais: Noble y asesino en serie

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Gilles de Rais: Noble y asesino en serie

Gilles de Montmorency-Laval, baron de Rais, llamado Gilles de Rais (o Gilles de Retz) (septiembre de 1405 – 26 de octubre de 1440), fue un noble y asesino en serie francés del siglo XV que luchó en los años finales de la Guerra de los Cien Años junto a Juana de Arco.

Consiguió convertirse en mariscal tras su participación en la Guerra de los 100 años y amasó una gran fortuna. Pero, su buena fama en los pueblos franceses se vio truncada cuando se descubrieron las atrocidades que había cometido con centenares de niños y niñas en una corte formada por brujos, alquimistas, videntes y adoradores del Diablo. Se dice que podía poseer una mentalidad psicopática, originada en su infancia, y que podía haber sufrido una gravísima esquizofrenia.

Infancia y juventud

Primer hijo de uno de los grandes linajes de Francia, Guy II de Laval y Marie de Craon nació en la torre negra del castillo de Champtocé, bañado por el río Loira en la región de Bretaña.
Después de las muertes de su madre y padre, Gilles y su hermano menor René quedaron bajo la tutela de su abuelo materno, Jean de Craon. Según dijo en sus juicios, De Rais no tuvo ningún tipo de control por parte de su abuelo e hizo siempre lo que quiso.

Su abuelo De Craon quería engrandecer su fortuna y poder de forma calculadora, a diferencia de Gilles, hombre también carente de escrúpulos, que se dejaba llevar por sus impulsos violentos pero que era un inútil en política.

Época militar

Su enorme agresividad y psicopatía lo llevaron a alistarse en el ejército para desahogarse con los enemigos a los que se enfrentaba. Su abuelo De Craon quería que llegase a la cumbre del poder francés y para ello le recomendó a Guillaime La Jumelliers como consejero en política, estrategias militares y finanzas. Se puso a las órdenes de Juan V, duque de Bretaña en las querellas residuales de la Guerra de Sucesión Bretona, entre los Montforts y los Penthièvres.

Luchó siempre en la vanguardia con sus soldados —tropas pagadas por él—, y sus compañeros de armas lo admiraban porque parecía poseído cuando luchaba dando mandobles, con una rapidez y fuerza increíbles, pareciendo que eran los demonios quienes regían sus movimientos.

Precocidad

Con 17 años, de vuelta a casa después de esta campaña, Gilles raptó a su prima Catherine de Thouarscon, de 15 años, y se casó con ella ese mismo día, el 24 de abril de 1422. La familia Thouarson poseía varios castillos que, unidos a los suyos, harían de la unión la familia más rica y potente de Francia. Pero Gilles se equivocaba y la familia de su mujer no aceptó la unión matrimonial, por lo que en venganza Gilles raptó a su suegra y la encerró a pan y agua hasta que cedió los castillos que él pedía.

Mientras tanto, Gilles y su primera esposa, tardaron siete años en tener descendencia, Marie, nacida en 1429, debido a las tendencias homosexuales que le hicieron desinteresarse por su mujer. Catherine, con su hija en brazos, huyó y se refugió en uno de los castillos de su padre. Gilles nunca mostró interés alguno por ninguna de ellas.

Reclutado por Georges La Tremoille

Después de las campañas de Juan V, Gilles rindió homenaje a Carlos VII, delfín de Francia en aquel momento, para combatir contra los ingleses y sus aliados de Borgoña. Lo reclutó Georges La Tremoille, gran chambelán del rey, hombre astuto y hábil que vio la capacidad combativa y guerrera de Gilles, quien arrastraba tras de sí a los soldados en las batallas. En aquel momento, La Tremoille pretendía aprovechar los éxitos militares para mantenerse en el poder. Fue en esa época —en la que, no olvidemos, la guerra era para los nobles un mero entretenimiento— cuando Gilles conoció, en 1429, a Juana de Arco, con la que quedó fascinado y maravillado por su historia y belleza física.

Liberar Orleans

El Delfín Carlos concedió un pequeño ejército a Gilles y a Juana para liberar Orleans del asedio inglés. En sólo ocho días las fuerzas francesas lograron levantar un sitio que duraba ya varios meses. Entraron triunfales en la ciudad y todo el mundo los veía como los salvadores de Francia.

Su audacia y violencia en combate eran comparables a la de los berseker vikingos. Gilles llegó a decir durante las campañas con Juana que ella era Dios y que si debía matar ingleses por mandato de Dios, así lo haría. Se convirtió en su escolta y protector, salvándola en varias ocasiones en los fragores de las batallas, como en el ataque a París a finales de 1429. Pese a las matanzas y crueldades de la guerra, Gilles se sentía realizado espiritualmente, ya que Juana lo inspiraba y había rendido un gran servicio a su patria. Además, en ese mismo año fue proclamado mariscal de Francia con tan sólo 25 años —caso único en la historia francesa—, amasando una inmensa fortuna y Adoptó la flor de lis en su escudo de armas.

Juana de Arco

Mientras disfrutaba de su posición como mariscal de Francia ocurrió otro hecho : la captura y condena a muerte en la hoguera de Juana de Arco, el 31 de mayo de 1431. Pese a que intentó ayudarla contratando un pequeño ejército de mercenarios, aún no se sabe qué pasó para que no llegara a tiempo, ya que tan sólo se encontraba a 25 kilómetros de Ruan, localidad en que se había llevado a cabo el juicio. Su última acción en la Guerra de los Cien Años fue en la batalla de Lagny en agosto de 1432, en la que resultó victorioso.

Declive y crímenes

Era culto aunque no reflexivo, ávido de riquezas pero despilfarrador. Desde ese momento se entregó a los más locos dispendios para satisfacer sus más caros caprichos. No se recuerda príncipe o rey que hubiese llevado un lujo semejante.

Gilles se aproxima al momento en que se anuncia, amenazadora, la ruina inevitable. Sus cofres están vacíos; su crédito, agotado; los que le habían rodeado en las horas dichosas, presintiendo el desastre, se alejan de él. Ante esta situación se vuelve hacia el esoterismo buscando en la alquimia el modo de fabricar el oro que le falta (se interesó por el secreto de la Piedra filosofal).

Brujas, nigromantes y alquimistas.

Se rodeó de una corte grotesca de brujas, nigromantes y alquimistas.
Finalmente, cayó en manos de un embaucador florentino llamado Prelati quien le aseguró que llenaría sus arcas gracias a la magia negra.
El mariscal visitaba con frecuencia a su cómplice y se informaba con ansiedad del resultado de las investigaciones. Prelati aseguró a su señor que, en una de sus invocaciones, había visto cerca de él al demonio, pero que esta aparición fantástica se desvaneció sin que hubiera podido pronunciar palabra alguna.

El crédulo mariscal, que tenía un pánico atroz al diablo aunque nunca lo veía, hizo caso de Prelatti, con quien tenía una relación homosexual, y mandó que se redoblasen los ensalmos y los conjuros.

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Invocación

Sillé fue el proveedor de todos los elementos para las invocaciones en Tiffauges y el padre Eustache Blanchet el encargado de contratar a los invocadores, como Prelatti, La Riviére —el cual vio al demonio en una invocación en un bosque en forma de leopardo, ante la credulidad de Gilles— o alquimistas como Jean Petit, el cual realizó varios hornos para trabajar con mercurio. Sin embargo, los hornos creados debieron ser destruidos ya que el futuro Luis XI, el delfín, visitó a Gilles por una orden del rey Carlos V, quien condenaba la alquimia como herejía. «Es imposible que el mariscal salga bien de sus empresas —dijo uno de los familiares de Gilles de Rais— si no ofrece al demonio la sangre y los miembros de niños llevados a la muerte.

Porque su lectura habitual la constituyen los más ardientes poemas de Ovidio y el relato que hace Suetonio de los criminales sacrificios que exige el rey del infierno. ¿Qué le importa el sacrificio de vidas humanas si adquiere a ese precio el poderío que codicia?». A esto se unía, además, su voluntad de matar niños para su disfrute y placer personal.

Sacrificios

En su afán por procurarse víctimas para sus sacrificios, servidores de Gilles de Rais como Henriet y Poitou, recorrían los pueblos y las aldeas buscando niños y adolescentes prometiéndoles que los harían pajes en los castillos del señor de Rais. Siempre en lugares lejanos, incluso en algunas ocasiones el propio Gilles con amabilidad acudía personalmente a las casas de los plebeyos para asegurar a los parientes de los niños un prometedor futuro. De las víctimas los padres no tenían más noticias y, si preguntaban, les respondían que estaban bien. Pronto la gente se alarmó y de Rais recurrió a los raptos. Entre 1432 y 1440 se llegaron a contabilizar hasta 1.000 desapariciones de niños de entre 8 y 10 años en Bretaña. Pero la gran locura llegaba por la noche cuando él y sus esbirros se dedicaban a torturar, vejar, humillar y asesinar a los niños previamente secuestrados.

Pavor en la zona

Después de cada sangrienta noche, Gilles salía al amanecer y recorría las calles solitario, como arrepintiéndose de lo hecho, mientras sus secuaces quemaban los cuerpos inertes de las víctimas. El temor se apoderó de los habitantes de los pueblos. Los criados tuvieron que ampliar su campo de acción, con lo que el pavor se extendía más y más. Hasta que las murmuraciones se convirtieron en gritos que llegaron a las más altas autoridades.

Llegó a utilizar varias de sus posesiones, no sólo el castillo de Tiffauges, para cometer sus fechorías, como el castillo de Machecoul, el de Champtocé y la casa de la Suze.

Niños mendigos

Una vez se aprovechó de unos niños que eran mendigos y que fueron a pedir limosna inocentemente a su castillo. Gilles los violó y desmembró. Una vez muertos, los abrazaba fuertemente y deliraba; en otras ocasiones se reía ante los últimos estertores del niño y muchas veces cortaba la vena yugular haciendo brotar la sangre.

En algunas ocasiones cuando asesinaba a una de sus víctimas se arrepentía y juraba partir hacia Tierra Santa para redimir sus pecados, pero al poco tiempo volvía a cometer las mismas atrocidades.

Años de terror

Durante los ocho años de terror, Gilles parecía no vivir en un mundo real, rodeado de gran fastuosidad y como si no se diera cuenta de las brutales acciones que llevaba a cabo. Según contó en el juicio que se le hizo, junto con su grotesca corte, cortaban las cabezas de varios niños recién muertos y hacían competiciones para elegir los rostros más bellos.

Las cabezas eran ensartadas en picas y las iban calificando. Se llegó a contar que estas calificaciones las firmaba el mismo diablo, que un brujo llamado Rivière podía invocar al diablo, o a uno llamado Barrón, al cual le ofrecían sacrificios como los órganos, ojos, corazones, etc., de las víctimas; todo esto en el transcurso de orgías sexuales y etílicas.

Captura y ejecución

Pero llegó el momento de que todo esto acabara, y ese momento fue cuando el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, investigó las desapariciones de Bretaña y vio que no eran casuales. Malestroit descubrió los crímenes gracias al hecho de que, en plena depresión, Gilles vendió uno de sus últimos castillos, el de Saint-Etienne-de-Memorte.

Pero llegó el momento de que todo esto acabara, y ese momento fue cuando el obispo de Nantes, Jean de Malestroit, investigó las desapariciones de Bretaña y vio que no eran casuales. Malestroit descubrió los crímenes gracias al hecho de que, en plena depresión, Gilles vendió uno de sus últimos castillos, el de Saint-Etienne-de-Memorte al tesorero de Juan V, Geoffroy de Farron. Gilles se enteró de que un primo suyo, señor de Villecigne, quería comprar el castillo y creyó que Le Farron no aceptaría la anulación. Este había dejado a su hermano Jean, eclesiástico, al frente del castillo. Gilles, en otro de sus impulsos, atacó la iglesia donde Jean celebraba misa y lo secuestró, encerrándolo en Tiffauges.

Se entrega

El ataque fue conocido por el duque de Bretaña y por el propio Malestroit. Juan V mandó a su hermano, el condestable del rey, a rescatar a Jean Le Farron mientras él intentaría apaciguar a Gilles. Al final, Gilles de Rais fue capturado el 15 de septiembre de 1440, cuando se presentó a las puertas del castillo de Machecoul, donde estaba entonces Gilles de Rais, un grupo armado al mando del capitán Jean Labbé, que iba acompañado por el notario Robin Guillaumet en nombre del obispo de Nantes. Portaban órdenes del duque. Era el fin. Gilles de Rais se entregó y fue llevado a juicio.

En el juicio, altamente detallado y cuyos escritos del siglo XV aún existen, pasaba del insulto a los jueces al hundimiento más absoluto. Fue encerrado en una prisión acomodada por su condición de noble. Se declaró al principio inocente, pero en uno de los trastornos de personalidad que ya sufría de años atrás, rectificó y se declaró culpable, quedando el día 15 de octubre muy arrepentido de lo que había hecho.

Juicio

Finalmente, el día 22, ante los jueces eclesiásticos comandados por el obispo de Saint-Brieuc, documentó todos los asesinatos y las vejaciones que practicaba a los niños de entre 7 y 20 años, actuaciones pedófilas, rasgaduras, colgamientos del techo por ganchos, decapitaciones, etc. Dijo que hasta había bebido la sangre de los niños, incluso cuando estos aún estaban vivos, que «necesitaba aquel goce sexual» y que escribió un libro de conjuros con la supuesta sangre de los asesinados. Fueron confesiones tremendas, toda Francia se convulsionó ya que la gente no se creía que uno de sus héroes fuera un hombre tan vil. Se llegaron a constatar 200 víctimas, aunque probablemente fueran muchas más. Fue condenado por asesinato, sodomía y herejía.

Confesión

Fue tanto el horror que provocó su confesión que durante el juicio uno de los presentes cubrió el crucifijo que presidía la sala por la vergüenza que generaban sus palabras. Según crónicas de la época, las paredes emanaron sangre que lentamente se deslizó hacia el piso como buscando redención.

Ante su desmedido arrepentimiento fue incluso objeto de compasión de clérigos y plebeyos y se concedió la petición de que fuera una comitiva detrás de él hacia su lugar de ejecución. Finalmente, el día 26 de octubre de 1440 Gilles de Rais fue conducido al prado de la Madeleine en Nantes para ser ahorcado. Sus restos fueron enterrados con solemnidad en la iglesia de las carmelitas de Nantes, a petición del mariscal.

Diego A. García

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