El muérdago y sus propiedades mágicas

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El muérdago y sus propiedades mágicas

Cuando pienso en el muérdago es inevitable que me venga a la cabeza la imagen del druida más famosos de todos los tiempos: Panoramix y su siempre eterna hoz de oro.

Lo cierto es que los druidas veneraban el muérdago, y más aún si lo conseguían cortar de un roble. El muérdago se corta a mediados de verano o en caso de emergencia, cuando la luna tiene seis días, contando desde la luna nueva.

Hay que cortarlo de un solo tajo y no dejar que caiga al suelo, no debe tocar la tierra, colocándolo en una tela blanca, y por supuesto los druidas usaban una hoz de oro.

Los druidas reunían al poblado en torno a un roble cargado de muérdago para realizar sus oraciones y peticiones.

Esta es una de las hierbas útiles para todo propósito mágico, algo así como el comodín de las hierbas. Se utilizan tanto sus hojas como las bayas.

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Antiguamente se ponía en las cunas de los bebés para evitar que las hadas los cambiasen por otros niños, y las mujeres lo llevaban encima para ayudarlas a quedarse embarazadas.

El muérdago colgado en el dormitorio, en el cabecera de la cama o bien debajo de la almohada proporciona un sueño apacible y un descanso profundo.

También puede ayudarte a tener sueños agradables. Se utilizaba en forma de corona y se colocaba en la puerta de entrada de la casa, como protección contra el mal, además de para alejar a las brujas y a los demonios.

El muérdago se utiliza para curar la heridas recientes aunque no se debe aplicar directamente sobre la herida. Se ha empleado para protegerse de todo tipo de desgracias, de enfermedades y se creía que protegía del los rayos y de los incendios.

Se sigue manteniendo la tradición de besarse bajo una rama de muérdago en Navidades, para tener un año lleno de felicidad y prosperidad. En realidad está costumbre viene de que se pensaba que sí una pareja se besaba debajo de un muérdago permanecería siempre enamorada.

Quemado sobre un carboncillo como un incienso ahuyenta el mal, y el aceite sirve para vestir velas.

Silvia Rossi

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